viernes, 23 de junio de 2017

Rutina

Desde mi ventana escucho las voces de los transeúntes cada mañana. Pasan a la misma hora, por el mismo lugar; algunos. Escucho pasos lentos, pasos rápidos, pasos sin rumbo, los primeros pitidos de la mañana. Lo escucho todo, y no veo nada. Cierro los ojos en el silencio de mi refugio e imagino; gente que va y viene con prisa, con calma, con la rutina de cada día.

Mientras tanto, yo sigo siendo la habitante de mi propio silencio donde no distingo los pasos rápidos de los pasos lentos, las risas de los llantos, mi vida del mundo real. El silencio sigue reinando en su territorio oscuro rodeados de finas paredes que poco a poco se van cerrando sin darme cuenta. Y lo hacen despacio, sin prisa para que no me entere. Quieren retenerme en la oscuridad de mis párpados.
Pero el negro deja de ser tan negro y las primeras luces empiezan a despertar en mí; me obligan a abrir mi pequeña fortaleza otra vez.

Otra vez los pasos, las risas, los llantos. Vuelvo a escucharlo todo. El silencioso paso de los muros retrocede poco a poco, otra vez. Lo dejan todo tal y como estaba porque piensan que desde la oscuridad todo es negro, que nada más se ve.

Quizá, para algunos la rutina es eso: andar con prisas cada día de un lado para otro, inmersos en sus pensamientos, en sus inquietudes y quehaceres. La mía es salvarme cada día de la asfixia, desprenderme del refugio de mi propio silencio, caminar hasta ver los primeros rayos de luz y volver a sentir la realidad. El tacto de las sábanas rozando mi piel y el mundo viviendo su vida como todos desde su propio infierno.


Me levanto, a seguir en un mundo de prisas y rutinas. 

lunes, 4 de enero de 2016

Días grises.

Me gusta y me disgusta el gris del cielo. El viento que golpea el cristal de mi ventana mientras el frío corretea entre las hojas que vuelan. Me gusta el primer rayo de sol que aparece entre las nubes y entra por el cristal dividiéndose en pequeños destellos. Salir a la calle y que el viento desmelene mi pelo y agriete mis labios. Pasear entre callejones perdidos que esconden miles de historias encerradas en el recuerdo de quienes las vivieron.

Nunca he sido una aficionada a las películas románticas, siempre me conformaba con las pequeñas historias del resto, con las que una vez pasaron de verdad; Siempre me conformé con la realidad. Soy de las que pertenecen a ese pequeño porcentaje de los que creen que no todo es de color de rosa, ni todo negro. Simplemente intermedio.

Entre tanta caminata me pierdo en mi propio laberinto de pensamientos e ideas que nunca me atreví a llevar más allá de las propias hojas de un pequeño cuaderno, el que siempre me acompaña y nunca me abandona. El único que me conoce de verdad y lo sabe todo sobre mí.

De fondo suena ‘’Turn me on’’de Norah Jones  y de pronto lo único que deseo es que a la vuelta de esa esquina me espere ese alguien con las mismas ganas de verme que tiene el desierto, esperando la lluvia. Pero el frío me devuelve a mi realidad llena historias y canciones que se quedaron en la sombra del recuerdo.

Las calles están llenas de charcos, y ya no siento esa necesidad de saltar sobre ellos cogida de la mano de mi padre a la espera de su regañina. Y es que mi pequeña estatura no era un problema para hacerme creer que era capaz de saltarlo sin ni si quiera mojarme o caerme dentro de él. Ya no hay voces dentro de mí que me animan a saltar al vacío sin miedo a la caída. Sin embargo,  ya no tengo esa mano que me sujetaba para no caerme; tampoco hay charco ni vacío, tan solo las gotas me asustan.

Sigo con mi ruta en la que solo estamos mi mente y yo, ¿para qué más? Empiezo a echar de menos tu mano, la que siempre me guiaba entre la tormenta. ¿Te acuerdas de cuando el viento era el que nos guiaba a yo qué sé dónde? Tal vez no lo dijera, pero el sitio era lo de menos. Y la lluvia, tampoco era un problema. Antes nada ni nadie era capaz de pararme en seco para confirmar lo evidente. Nunca me ha gustado tener que repetir las cosas, pero tú hacías que tuviera ganas de hacerlo a cada paso que dábamos.

Y por lo visto eso no era amor.

Nunca me gustó empezar algo y no acabarlo, soy de las que terminan todo lo que se proponen.

Es fácil, no me gusta perder. Pero esta vez no fui yo la que ganó, solo la que se quedó con ganas de más.

Soy indecisa, demasiado. Pero a veces nace ese pequeño instinto dentro al que no puedo negarle su elección. Y por fin me siento. Aquí se respira tranquilidad. Es ese tipo de tranquilidad silenciosa y a la vez ruidosa; retumba en mi cabeza. Hasta ahora nunca me había dado cuenta de que a veces las palabras sobran, de que no nos hacen sentirnos más acompañados por el mero hecho de salir disparadas como misiles que explotan y nos ciegan entre tanto fuego y humo.


Y es que yo… prefiero el silencio. Ese silencio en el que solo hay espacio para el ruido de la lluvia y la buena música. 



domingo, 6 de diciembre de 2015

La recta final.

·         La meta es ese objetivo que todos nos imponemos con total libertad. Nos hace esclavos de nuestras propias acciones, culpables de cada error. Cada caída es una nueva puñalada llena de dolor sin dolor. Con ese amargo sabor de boca que acostumbra a dejar. Como si se tratara de un caramelo, lo saboreamos poco a poco. ¿Lo reconoces ya? Es el sabor del esfuerzo sin recompensa.
Y sin embargo, estamos tan equivocados. La meta no siempre es el final de una carrera, tan solo es el inicio de una nueva oportunidad para triunfar, para
volver a intentarlo mil veces más.

Hasta que no llegamos a ella, no nos damos cuenta de lo corto que resulta el momento de gloria.

Otra vez, la desilusión nos invade. 



lunes, 22 de junio de 2015

Noches.

Me gusta sentir el aire rozar mi piel, ver que la noche queda atrás con cada paso.

Me gusta pensar que cada tramo dejado atrás puede llegar a ser incluso especial para alguien.

Y que cada lugar, siempre habita en el recuerdo de cualquier alma.

Me gusta pensar que no soy la única que presencia el perfecto desorden de las estrellas que, como cada noche, nos vigilan.

Que observan atentamente, entre cada interrupción.

Que se abrazan, que se consumen.

Que son uno.



sábado, 20 de junio de 2015

Quédate ahí.

Después de tanta guerra interior, me he acostumbrado a la música alta, al café medio caliente y a vivir en mitad de mi desorden.

Me he acostumbrado a dejar sonar el despertador, una y otra vez. A llegar tarde casi siempre.
Después de todo, cruzar en rojo, desayunar a medias y peinarme a ciegas en mi espejo imaginario se ha convertido en una rutina amarga y sosa desde aquella tarde de Noviembre.
Lluviosa. Oscura. Triste y fría.

Aún sigo con esa estúpida esperanza de cruzarme con tu mirada entre tanto desconocido.

Debería dejarme llevar por cada impulso que siento cada vez que tu recuerdo decide hacerle visitas efímeras a mi mente. O tal vez no tan cortas.

Aún recuerdo las noches llenas de risas y debates.
Todavía me costaba mirarte a los ojos directamente.
Y otra vez, el frío y la soledad vuelven a mí.

No sé cómo ni por qué decidí fijarme en tu tímida sonrisa.
Pero si sé algo, es que no me arrepiento de haberlo hecho.

Conservo cada una de las miradas que me dedicabas en mi mente. En un pequeño rinconcito al que fui haciendo espacio poco a poco.
Ahora solo queda polvo.
Suena el eco de tu voz cada vez que grito tu nombre y nadie contesta.

De pronto, dejé de ser todo aquello que siempre quisiste.
Ahora tenías eso y más.
Y es triste, porque sigo aquí sentada.

La espera se alarga y como cada día, no apareces.
Cada segundo que pasa, la tinta que rodea el contorno de esa preciosa letra quema.
Arde como nunca.

Ahora sí, te llevaste contigo todas las razones por las que seguir esperando.
Ya no.

Nunca más. 




domingo, 8 de marzo de 2015

Palabras que no dicen nada.

















Me hallo indecisa
a la hora de escribirte
de decirte que te quiero
pero con miles de palabras
de metáforas sin sentido
que significan un todo
Significas tú.
Palabras esparcidas
como tu aroma en mi piel.
Recuerdos de miradas recientes
llenas de furor y de rabia
y aún así, sigo sin encontrarlas.
Solo consigo escribir una palabra
después otra
y así sucesivamente
Sin embargo,
no consigo, ni por asomo
expresar lo que siento.
Y es que quiero que veas
que tras palabras pegadas a otras
hay más que un sentimiento de amor.
Algo difícil de explicar.
Y sin quererlo,
estás en todas partes:
en mi mente,
y en mis poemas.
Encerrado,
pero libre.
Quisiera tenerte,
pero para siempre.
Un ‘siempre’ infinito
repetido miles de veces

Tras el código postal de tu voz
a la orilla de mi cuello
y al principio de mi boca.


PD: Solo tú sabes que va por ti, te quiero.

domingo, 1 de febrero de 2015

Maldita droga la tuya.

Tienes esa capacidad,
y tan maldita,
de hacerme sentir,
en ocasiones,
que la soledad me rodea.
Otras, sin embargo,
me siento rodeada,
de cariño,
de amor.
Solo tú tienes ese don.
Sí, sabes a qué me refiero.
Me llevas a las nubes,
otras me bajas,
pero solo un poco.
Tan poco que ni lo siento.
Me abrazas y deseo no separarme,
me sueltas y, en seguida,
te necesito como nunca.

Tu aroma me embriaga
me rodea, me ahoga,
me asfixia.
me envenena.
Maldita droga la tuya.

Miradas que lo dicen todo,
Fuego, mucho fuego.
Vuelvo a encontrar en tus brazos,
la profundidad que pierdo en tus ojos.
Otra vez me siento rara.
Extraña, en un cuerpo que,
por desgracia, no puedo controlar.
Miles de impulsos por quererlo todo.
En un segundo efímero, y después,
Lo vuelves a hacer:
Miles de impulsos por quererlo todo.
Maldita droga la tuya.